lunes, 20 de febrero de 2017

Y se fue también el 2016, y las cosas se ponen cada vez más lindas...

Si bien el blog parece haber caído en el abandono, sigo activa por las redes sociales. Habrá quien me siga en Facebook, quien en Instagram... En Twitter no caí porque sería ya demasiado para mi escaso tiempo de madre de tres niños y trabajadora a full.

El 2016 fue el año en el que me animé a hacer un gran viaje en familia. Dos meses los cinco juntos por Europa, volviendo a los lugares que nos hicieron tan felices, disfrutando un verano en el viejo continente, en las playas del Mediterráneo, entre Italia y España, entre Sicilia y Andalucía, con una parada en Barcelona en un hermoso "piso" de AirBnB en El Born y otras varias semanas en Madrid en casa de amigos como hermanos. Van algunas fotos como para no olvidar... :-)

 Recién llegados a Barajas (Madrid)

 Capo D'Orlando (Sicilia), mi segundo hogar

 Mi amor más grande y el más pequeño, en Sicilia.

 Baia Verde, Sicilia.

 Más de Baia Verde, Capo D'Orlando, Sicilia.

 Llegando a Estepona, Andalucía (España).

 Primera comida en Estepona de Emilio... lo que disfrutó comer mi chancho!!

 Lorenzo en la playa de Estepona...

 Con nuestros amigos argentinos-madrileños en Estepona...

 Helados en Sicilia...

 Campari, atardecer en Sicilia (Capo)

 Paseando por Siracusa (Sicilia)

 Barcelona... Montjuic!

 En el metro de Barcelona, camino al Camp Nou!

 En el Barrio Gótico de Barcelona...

 En el parque de atracciones de Madrid, hermoso paseo familiar...

 para festejar los 5 años de Federica!!

 Paella hecha por mi amiga madrileña!!!


mi diosa pequeña en una de miles de tardes felices en el mar...

Espero poder seguir por aquí con más frecuencia, espero poder seguir compartiendo viajes felices. Espero poder seguir escribiendo con más frecuencia y, si no, los invito a seguirme por Instagram y Face en los enlaces que les dejé arriba!!! Gracias por estar!

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Sobre este 2015 que se va y mi fobia a deshacerme de algunas cosas (¡fotos!)



Por obligación, tuve que ponerme a borrar fotos en el teléfono. Eso es lo que tiene esto de vivir en la era del smartphone. Uno -bah, una, yo, no sé si todos- registra cada momento y satura cualquier memoria. Ni quichicientos gigas te alcanzarían a vos, me dice mi marido.
El problema está, me di cuenta, en mi incapacidad de darle delete, delete, delete, tachito de basura, tachito de basura, a cada una de esas bellas fotos de cada uno de esos únicos momentos de mis hijos. Esos momentos que uno sabe que no volverán. Hice backup en la compu, sí, les respondo a los que ya estarán preocupados del otro lado de la pantalla. Pero de todos modos, no les puedo explicar el nudito en la garganta y en la boca del estómago que me daba borrar cada foto de Federica sonriente con hojas de otoño, con colores primaverales, con mallita y antiparras... de Lolo sentado, Lolo gateando, Lolo parado, Lolo corriendo en el patio. Claro, un bebé que hoy tiene poco más de año y medio empieza el año sentado y termina el año dando saltos por todos lados. Qué increíblemente loca que es la vida. No perdona. Arrasa.
Y me di cuenta también de que, sin querer queriendo, me sirvió para hacer un balance así, como al pasar, de este año que se va.
Fue un año en el que disfruté mi casa como nunca. Un año en el que finalmente me decidí a decorar un poco. Cambié el tapizado del sillón de tela por cuerina, para convertirlo definitvamente en un nidito lavable donde mis niños duermen, juegan, mimosean, ven pelis, ven Peppa, comen... y sí, soy una mamá algo permisiva. También compré cuadros, invertí en Arredo en una funda para sommier, reciclamos la cuna que fue de Pablo y ahora es de Lolo, rescaté de la vieja carpintería del abuelo de mi marido no solo esa cuna, sino también una repisa en forma de casita para Federica. Hice pintar la cama con respaldo de mi abuela para Fede, también, que ahora tiene una cama que parece de princesa. Mis hermanas cosieron banderines para ambas habitaciones. Me dediqué un poco más a las plantas. Plantamos unas achiras en el jardín de adelante y siempre vienen hermosas.
(Agregué varias fotos a este post, me pareció casi imprescindible).
Miré muchos atardeceres, pasé muchas tardes con mis hijos, estuve en todos los actos, en cada partido de básquet y de fútbol de Emilio, fue el año en que aprendí a decir que no a algunos trabajos, para dejarme libre el fin de semana. Gran avance.
Fue el año, también, en el que Federica descubrió su amor por la natación y por Peppa. En el que empezó salita de tres del mismo cole que Emilio y descubrió también una admiración inmensa por su seño Roxana. Fue el año en que dejó de decir ere, para pasar a decir errrre, bien fuerte. El año en que le tarareé mil veces "Erre con erre guitarra, erre con erre barril, ruedan que ruedan que ruedan las ruedas del ferrocarril". Fue el año que empezó dándole la teta a Lolo y termina conmigo dándole la teta a Lolo, pero cada vez menos.
Fue el año, también en que me decidí a armar linda la oficina en casa. También fue el año en el que puse los dos relojes, el de los clientes europeos y el mío. Fue el año en que acepté también tener a alguien más que me ayude a la tarde con Lolo en casa.
Fue el año en que Pablo hizo muchos asados, pero también mucha dieta, fue el año en el que me compré una nueva bici, en el que me tomé un poco más en serio hacer deporte y gimnasia y volví a disfrutar de mi cuerpo.
Fue el año en que Pablo recuperó su rodilla, después de una tercera operación y mucho duelo familiar. Fue el año en que casi sin darnos cuenta, hicimos la transición de ser la familia de un jugador de básquet a esto que somos ahora, una familia con dos padres traductores, freelance, emprendedores y que hacen malabarismos para estar muy presentes y trabajar mucho, gracias a... ¿Dios?
Fue el año en que Emilio cumplió ocho e hizo cumple de Boca, el año en que Fede cumplió cuatro e hizo cumple de Minnie, y Lolo, con su añito, un festejo familiar con ravioles para tutti.
Fue un año en el que disfruté de muchos mates con Mariela, me animé a nuevas amistades y a evaluar de verdad qué lugar ocupa cada persona en mi vida. Con poquito tiempo disponible para el boludeo, la vida misma se encarga de poner en el lugar todo.
Debe haber sido, sin dudas, uno de los años más felices de mi vida.



























miércoles, 21 de octubre de 2015

La vida sin parar la pelota

Últimamente he estado bastante autocrítica y he dejado de echar la culpa a los demás (léase Pablo, porque es lo más fácil) por mi falta de decisión, por mis vaivenes constantes, por este no parar la pelota nunca.
Así vivimos, un arremeter constante, trabajar trabajar trabajar, acomodar, cocinar, bañar los niños, trabajar trabajar trabajar, soñar un poco, soñar mucho, acomodar, cocinar, bañar los niños, supermercado, ah no, hoy los llevás al cole vos, que natación que básquet que fútbol, dormir poco, soñar mucho, ahora tres horas de entrenamiento diario necesitás, y yo con ir dos veces por semana a moverme un poco me conformo, pero ahora me compré la bici y me muevo más.
Somos inquietos y soñadores ambos, somos inconformistas e idealistas. Un combo explosivo dijo mi marido.
Tenemos materialmente, espiritualmente y afectivamente mucho más de lo que hubiéramos soñado a los veinte y bastante más de lo que me juré que iba a tratar de conseguir para que mis hijos nunca tuvieran que pasar algunas necesidades que pasé yo.
Pero no tenemos una casa. No elegimos aún el lugar para quedarnos. Y el sueño de volver a Europa siempre está, pero también están las ganas de dejarnos de tantas vueltas y echar raíces, tratar de ser sensatos, alguna vez.
Creo que ahora la decisión final pasará por mí. Ya decidió mucho él por mí antes. Con cada contrato, con cada nuevo destino, con cada lugar al que nos llevó la pelota.
Mi trabajo no ayuda. O sí. Lo puedo hacer desde cualquier lado y tengo clientes cada vez más "globales". ¿Si tuviera un trabajo que no dependiera de la virtualidad y fuera meramente físico quizá sería más fácil?
Tampoco lo sé. Creo que es la esencia de cada uno. Esa esencia que nos llevamos dentro donde sea, donde sea que vayamos. Esa con la que no estoy tan peleada. Esa con la que me reconcilio cada vez más porque me conozco cada vez más. Tarea nada fácil y que nunca se termina, creo.
Así que bueno, aquí estoy, seguimos avanti. Un día que nos quedamos, un día que nos vamos, eso sí. No paramos la pelota NUNCA. Y no paramos de pensar lo mejor para ELLOS, nunca.
¿Qué pensarán estos locos lindos de sus locos padres? Por ahora, es amor incondicional.











lunes, 24 de agosto de 2015

Mitos desterrados (o a desterrar)

También, podríamos titular esta entrada "Algunas cosas que aprendí luego de estar bastante/muy/del todo equivocada":
- Las cosas son lo que son, no lo que parecen ni lo que uno quiere que sean.
 - Se puede vivir perfectamente siendo freelance. Lleva su tiempo, pero luego, si realmente sos bueno en lo que hacés, se puede.
 - Se puede trabajar con tu pareja. Hay peleas que son inevitables, pero después, es una de las mejores cosas que te puede pasar. Si, fundamentalmente, querés mucho a esa otra persona.
 - Se puede trabajar y mucho, teniendo niños pequeños. Se puede, es saludable, y todo depende de la estructura familiar y de sostén que tengas.
 - Aquí, un punto fundamental: se puede y se debe pedir ayuda siempre que uno la necesite. Está bien y es súper saludable decir "no puedo, no llego, no doy más, ayudame".
 - Las rutinas son muy necesarias. Incluso, y sobre todo, siendo padres freelance, autónomos, emprendedores, o como quieras llamarnos. Si querés y valorás mucho tu tiempo, no queda otra que establecer horarios bastante férreos de trabajo, de comidas, de baños, de tareas.
 - No estás loco si creés que un típico trabajo de 9 a 5, o de 8 a 12 y de 16 a 20, o en la docencia, con vacaciones pagas pero horarios a rajatabla hasta que te jubiles, NO ES LO TUYO.
 - No estás loco, diría que estás más bien bastante cuerdo, si creés que existen otras posibilidades. No estás loco, estás muy sano, si te animás a replantearte tu realidad y, sobre todo, cuando tenés hijos y valorás muchísimo el tiempo que compartís con ellos.
 - No estás tan loca si preferís despertarte a las cinco y media y trabajar de seis a nueve a full para poder tener todo entregado cuando tus hijos se despierten a las nueve, desayunar con ellos, ayudarlos con la tarea y llevarlos a alguna actividad a las once.
 - No estás tan loca si te tirás a dormir una siesta con tu bebé mientras los dos más grandes están en el colegio, esa media hora te sirve para cargar pilas y seguir trabajando hasta que lleguen los mayorcitos.
 - No estamos tan locos si nos salimos del molde y en lugar de construir nuestra casa, esa que nos haga echar raíces, creamos negocios inmobiliarios que nos reditúen un ingreso y un capital que nos dé alas y libertad para seguir soñando, viajando, creciendo, conociendo.
 - ¿No estamos tan locos si te decimos que con tres nenes de ocho, cuatro y casi dos añitos tenemos planeado cerrar momentáneamente esta etapa argentina y cruzar el Atlántico para emprender la segunda parte de esta vida itinerante?

 Si llegaste hasta el final, animate a decirme la verdad.
Total, somos pocos y nos conocemos mucho.

¿Estamos tan locos?

 :-) :-) :-)

lunes, 10 de agosto de 2015

35 años: un nuevo comienzo

Si me hubieran preguntado a los 10 años cómo sería a los 35, creo que nunca habría dicho que me sentiría con las mismas ganas, los mismos sueños, la misma inquietud y el mismo espíritu libre que entonces. La madurez y el equilibrio vienen por otro lado, creo. Los 35 años llegaron de la mano de, por primera vez, enfrentarme a lo que siempre previmos pero que uno nunca sabe cuándo puede pasar: hoy, a día 10 de agosto de 2015, hace un año y seis meses que Pablo no juega profesionalmente al básquet. Y todo llegó, como un tsunami, junto al nacimiento de nuestro tercer hijo. Tuvimos que reinventarnos, reorganizarnos y recrearnos como familia. Yo como mujer, como mamá y como profesional. Pablo, igual. Quizá, con una transformación aun más profunda, que involucró también un gran dolor físico. Recién ahora, tras tres operaciones y cuatro meses después de la última, se siente casi al 80% de su capacidad física anterior. ¿Cuánto tengo para contar y compartir después de este año y medio? Mucho. Por eso pensé en retomar el blog. Quizá, pronto, comience uno nuevo. Pero la idea es reconectar con ustedes que ya me seguían en mi otra vida, aquella itinerante, para que podamos seguir en contacto en esta nueva etapa. Los aprendizajes que me dejó este año y medio han sido tan intensos que no quiero que queden solo en mí. Si puedo ayudar, con nuestras experiencias como familia, nuestros proyectos, nuestras luchas y cada uno de nuestros logros a alguien más, realmente me haría muy feliz. ¡Hola a todos!

lunes, 6 de octubre de 2014

Tengo ganas de volver a escribir...

No sé bien cómo, qué y por qué. Supongo que necesito de nuevo dejar constancia de esta felicidad infinita, de esta vida súper intensa, de los planes que no salen como los planeabas, pero que es mejor así. De lo mucho que aprendí y de lo mucho que aprendo tropezando una y otra vez con la misma piedra. Eso, necesito hablar de esta loca y linda vida imperfecta. Ya no itinerante, agitada sí, y siempre con una mirada hacia el horizonte. Gracias por Lorenzo, gracias por Federica, gracias por Emilio, gracias por Pablo y por la locura de amor de cada uno de ellos.

lunes, 19 de mayo de 2014

el lapicito verde

Emilio empezó primer grado. Le encanta tener sus lápices de colores bien afilados y acomodados. Le encanta escribir, como a todos, con letra cada vez más chiquita y sentirse grande. Le encanta que le queden solo diez hojas de su primer cuaderno. Y le gusta, sobre todo, un lapicito verde de escribir, a pesar de que tiene como otros tres o cuatro con dibujos de Hot Wheels o que parecen incluso mejores. Pero él me dijo hace unas semanas que ese lapicito le hace escribir mejor, que es blandito, cómodo, que le hace hacer letra linda. Hoy vi que el lapicito no tenía punta. Lo afilé y en cada vuelta, se me rompía la punta. Me estaba quedando con dos centímetros de lápiz. Entonces, con mucha liviandad, y con ese apuro de los minutos antes del cole, le digo: "me parece que este lapicito no va más, lo tiramos, chau lapicito". Me miró, hizo puchero y se largó a llorar. Mi nene grande. Mi nene chiquito. Mi nene sensible. "No, no quiero, es mi lápiz querido, me lo quiero guardar en mi cartuchera, y ahora no voy a tener otro igual!", me dijo entre lágrimas. Lo llevó la vecina al cole y luego su hijo me contó que Emi se había largado a llorar una vez más por su lapicito querido antes de entrar al cole. Tan sensible, tan intenso, tan profundo, tan activo... ser la mamá de Emilio no es fácil, pero tiene esas cosas que te iluminan la vida, que te hacen llegar al fondo de su corazón y entenderlo, amarlo y querer abrazarlo y llenarlo de lapicitos verdes, muchos, muchos, que le hagan sentir que tiene la letra mágica, la letra pequeñita, esa letra que lo hace sentir grande, inmenso, cuando en realidad es todavía tan frágil y pequeño.